EL SUFRAGIO FEMENINO EN ESTADOS UNIDOS
El movimiento moderno a favor del sufragio de la mujer surgió en Estados Unidos tras la guerra de la Independencia.
En 1647 una rica hacendada de Maryland, llamada Margaret Brent, intentó con gran valentía pero sin éxito asegurarse “lugar y voto” en la legislatura de la colonia.
En Massachusetts las mujeres que eran propietarias pudieron votar desde 1691 hasta 1780.
Thomas Paine, defendieron de forma constante el derecho al voto de las mujeres.
Durante la primera mitad del siglo XIX las sufragistas de Estados Unidos lucharon con insistencia, pero los prejuicios antifeministas limitaron de forma considerable el papel de las mujeres.
Tras recibir numerosas negativas, las sufragistas estadounidenses decidieron crear un movimiento dedicado a salvaguardar los derechos de la mujer.
En una primera época del movimiento y junto a Lucretia Coffin Mott y Elizabeth Cady Stanton, estuvieron Susan B. Anthony, Lucy Stone, Abby Kelley Foster y Ernestine Rose.
Entre aquellos ciudadanos se encontraban los sacerdotes Henry Ward Beecher y Wendell Phillips, así como el ensayista y poeta Ralph Waldo Emerson.
En 1868, los abolicionistas exigieron una enmienda constitucional que reconociera el derecho al voto a todos los ciudadanos, sin distinción de raza, credo o color.
En mayo de 1869 dos dirigentes feministas (Elizabeth Stanton y Anthony) crearon la Asociación Nacional para el Sufragio de la Mujer, asociación independiente que tenía como objetivo asegurar la promulgación de una ley federal relativa al reconocimiento del derecho al voto de la mujer.
En 1910 la asociación consiguió 500.000 firmas destinadas a presentar una demanda que exigía una legislación federal relativa al sufragio de la mujer.
En Estados Unidos
El movimiento sufragista alcanzó su victoria culminante poco después de la I Guerra Mundial, cuando, en 1919, el Congreso aprobó la 19ª Enmienda a la Constitución de Estados Unidos.
“Ni los Estados Unidos ni ningún otro Estado deberá negar o limitar el derecho de los ciudadanos a votar por motivo de sexo”. Ratificada el 18 de agosto de 1920, la 19 enmienda se convirtió en ley nacional.
martes, 11 de noviembre de 2008
jueves, 2 de octubre de 2008
Historia de México I
Documentos feudales

El sistema feudal, nombre que se le suele dar a la organización del medievo, se desarrollo como consecuencia de la necesaria seguridad en un mundo violento y en desorden. Asentado firmemente en los conceptos de obligación y de justicia, el núcleo del sistema estaba en la relación entre el vasallo y en la creencia implícita de la presencia de Dios en la vida cotidiana.
La importancia de Dios en todas las empresas humanas, en espacial en el establecimiento de unos vínculos feudales y en la ejecución de la justicia, nunca se ponían en duda. Esta fe de la intervención divina en la vida cotidiana justificaba el uso de la ordalía, una de cuyas variantes era el Juicio de Dios, las autoridades confiaban en los signos celestiales para dictar su veredicto de culpabilidad o inocencia.
En el lento camino de la sociedad hacia una justicia ideal, la ordalía representa el balbuceo jurídico de hombres que se esfuerzan por regular sus conflictos mediante otro camino que no sea el recurso de la fuerza bruta, y en la historia del derecho es un importante paso hacia adelante.
Hasta entonces lo que imperaba era la ley del más fuerte, y si bien con la ordalía la prueba de la fuerza continúa, se coloca bajo el signo de potencias superiores a los hombres.
Varios eran los sistemas que se usaban en las ordalías. En Occidente se preferían las pruebas a base del combate y del duelo, en los que cada parte elegía un campeón que, con la fuerza, debía hacer triunfar su buen derecho. La ley germánica precisaba que esta forma de combate era consentida si la disputa se refería a campos, viñas o dinero, estaba prohibido insultarse y era necesario nombrar dos personas encargadas de decidir la causa con un duelo.
La ordalía por medio del veneno era poco conocida en Europa, probablemente por la falta de un buen tóxico adecuado a este tipo de justicia, pero se utilizaba a veces la curiosa prueba del pan y el queso, que ya se practicaba en el siglo II en algunos lugares del Imperio romano. El acusado, ante el altar, debía comer cierta cantidad de pan y de queso, y los jueces retenían que, si el acusado era culpable, Dios enviaría a uno de sus ángeles para apretarle el gaznate de modo que no pudiese tragar aquello que comía.
La prueba del hierro candente, en cambio, era muy practicada. El acusado debía coger con las manos un hierro al rojo por cierto tiempo. En algunas ordalías se prescribía que se debía llevar en la mano este hierro el tiempo necesario para cumplir siete pasos y luego se examinaban las manos para descubrir si en ellas había signos de quemaduras que acusaban al culpable.
El hierro candente era muchas veces sustituido por agua o aceite hirviendo, o incluso por plomo fundido. En el primer caso la ordalía consistía en coger con la mano un objeto pesado que se encontraba en el fondo de una olla de agua hirviendo; en el caso de que la mano quedara indemne, el acusado era considerado inocente.
En 1215, en Estrasburgo, Francia, numerosas personas sospechosas de herejía fueron condenadas a ser quemadas después de una ordalía con hierro candente de la que habían resultado culpables. Mientras iban siendo conducidas al lugar del suplicio, en compañía de un sacerdote que les exhortaba a convertirse, la mano de un condenado curó de improviso, y como los restos de la quemadura hubiesen desaparecido completamente en el momento en que el cortejo llegaba al lugar del suplicio, el hombre curado fue liberado inmediatamente porque, sin ninguna duda posible, Dios había hablado en su favor.

En algunos sitios se hacía pasar al acusado caminando con los pies descalzos sobre rejas de arado generalmente en número impar. Fue el suplicio impuesto a la madre del rey de Inglaterra Eduardo el Confesor, que superó la prueba.
La ordalía por el agua era muy practicada en Europa para absolver o condenar a los acusados. El procedimiento era muy simple: bastaba con atar al imputado de modo que no pudiese mover ni brazos ni piernas y después se le echaba al agua de un río, un estanque o el mar. Se consideraba que si flotaba era culpable, y si, por el contrario, se hundía, era inocente, porque se pensaba que el agua siempre estaba dispuesta a acoger en su seno a un inocente mientras rechazaba al culpable. Claro que existía el peligro de que el inocente se ahogase, pero esto no preocupaba a los jueces. Por ello, en el siglo IX Hincmaro de Reims, arzobispo, recomendó mitigar la prueba atando con una cuerda a cada uno de los que fuesen sometidos a esta ordalía para evitar, si se hundían, que «bebiesen durante demasiado tiempo».
Esta prueba se usó mucho en Europa con las personas acusadas de brujería.
En todas las civilizaciones, las ordalías que tuvieron un origen mágico estaban encargadas a los sacerdotes, como comunicadores escogidos entre el hombre y la divinidad, y cuando la Iglesia asumió junto a su poder espiritual parcelas del poder temporal, tuvo que pechar con la responsabilidad de una costumbre que era difícil de hacer desaparecer rápidamente, y no pudiendo prohibiría bruscamente se esforzó en modificar progresivamente su uso para hacerle perder el aspecto mágico que la Iglesia consideraba demasiado vecino a la brujería.

Durante la segunda mitad del siglo XII el papa Alejandro III prohibió los juicios del agua hirviendo, del hierro candente e incluso los «duelos de Dios», y el cuarto concilio Luterano, bajo el pontificado de Inocencio III, prohibió toda forma de ordalía a excepción de los combates: "Nadie puede bendecir, consagrar una prueba con agua hirviente o fría o con el hierro candente.» Pero, no obstante estas prohibiciones, la ordalía continuó practicándose durante la Edad Media, por lo que doce años después, durante un concilio en Tréveris (Alemania), tuvo que renovarse la prohibición.
Los defensores de la ordalía basaban su actividad en ciertos versículos del Ahtiguo Testamento, en los que algunos sospechosos de culpabilidad eran sometidos a una prueba consistente en beber una pócima preparada por los sacerdotes y de cuyo resultado se dictaminaba si el acusado era culpable o no.
Las ordalías a base de ingerir sustancias venenosas eran poco usadas en Europa debido a la dificultad de encontrar pócimas adecuadas debido a la escasez de sustancias venenosas, pero en pueblos de Asia o Africa, especialmente en este último continente, se usaron con profusión hasta nuestros días. Muchas veces las autoridades coloniales tuvieron que intervenir prohibiendo este tipo de actuaciones.
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martes, 26 de agosto de 2008
Historia Universal
El legado de la II Guerra Mundial
Por Herbert F. Ziegler
La II Guerra Mundial terminó con la rendición de Alemania el 8 de mayo de 1945 y la de Japón el 14 de agosto de ese mismo año. En cifras, este conflicto sobrepasa a cualquier guerra jamás librada. 1.700 millones de personas de 61 países se vieron envueltas en una lucha llevada a cabo en la tierra, el mar y los cielos de Europa, el Extremo Oriente, el Sureste asiático, el norte de África y las islas del Pacífico. El combate dejó un rastro de masacre y destrucción sin paralelo en la historia del hombre. La II Guerra Mundial se llevó las vidas de 55 millones de soldados y civiles, y produjo incontables destrucciones materiales. Más allá de las aterradoras e insondables estadísticas, esta guerra dejó una huella indeleble en todos los aspectos de la vida humana y conformó la historia del mundo de posguerra. Para toda una generación, la II Guerra Mundial fue sencillamente “la guerra”.
Dado lo mucho que la II Guerra Mundial ha marcado al planeta, es necesario algún grado de comprensión sobre ella para entender buena parte del presente. No obstante, la manera en que la gente entiende la guerra está afectada por su visión del mundo tras ella. La guerra fue mundial, mientras que los participantes sólo experimentaron algunos aspectos de ella, lo que hace únicas sus experiencias bélicas. Mientras que los japoneses denominan a la II Guerra Mundial la gran guerra de Asia Oriental, los chinos la llaman la guerra de Resistencia a la Agresión Japonesa. Para la mayor parte de los ciudadanos de la antigua Unión Soviética (URSS) sigue siendo la gran guerra Patriótica, mientras que los habitantes de las islas Salomón la conocen, simple y apropiadamente, como “la Gran Matanza”.
La política contemporánea y el trasfondo histórico también afectan a la visión actual de la guerra y por tanto a nuestra visión del mundo de la posguerra. Por ejemplo, los historiadores rusos suelen omitir o subestimar la importancia del desembarco de Normandía en 1944. Sin embargo, acentúan la importancia estratégica del Frente Oriental y las heroicas campañas del Ejército Rojo contra el III Reich. Los estadounidenses suelen ver el Día D como la campaña clave, dejando a un lado el papel crucial de la URSS en la victoria en Europa.
En pocas palabras, los distintos enfoques sobre la II Guerra Mundial han dado lugar a diferentes interpretaciones históricas. Quizá el balance más ecuánime se encontraría en una aproximación global, que diera menor importancia a los enfoques nacionales o regionales y se concentrara en el legado de la guerra a escala mundial.
El precio de la guerra total
El legado más inmediato de la II Guerra Mundial esta constituido por los daños materiales y los sufrimientos humanos que supuso. La I Guerra Mundial (1914-1918) estableció un modelo de guerra total que las naciones no tardaron en adoptar en este conflicto. Un concepto fundamental de la guerra total es la premisa de que la lucha se desarrolla entre sociedades y poblaciones enteras. Por tanto, la II Guerra Mundial hizo uso de enormes cantidades de recursos económicos y humanos. Por ejemplo, la movilización militar afectó a 110 millones de personas. Además la naturaleza del conflicto hizo que participara un número sin precedentes de mujeres y niños, a menudo de uniforme. En 1943 la Unión Soviética había alistado a 900.000 mujeres (un 8% de sus efectivos militares) en el Ejército Rojo. A medida que el III Reich se descomponía, Hitler llamó a filas a muchachos de hasta 12 años de edad para defender a su patria. La movilización de recursos humanos, las destrucciones materiales sin precedentes y la cifra escandalosa de bajas formaron parte del coste de la guerra.
Durante su curso, poblaciones enteras se convirtieron en blancos legíti
mos y en 1945 habían muerto 55 millones de personas. Desapareció cualquier distinción entre el frente y la retaguardia, y más de la mitad de las bajas fueron civiles, víctimas de bombardeos, masacres y hambrunas. El régimen nazi decretó la aniquilación física de los judíos europeos y en el Holocausto perecieron más de 5 millones de ellos. La deportación por motivos étnicos y el traslado de prisioneros de guerra y mano de obra forzada dieron lugar a muchos millones de muertos más.
La guerra total afectó también a la economía mundial. Al final de la guerra, Estados Unidos producía más de la mitad de los bienes y servicios del mundo. La guerra arrasó todas las regiones industrializadas del mundo salvo Norteamérica. Buena parte de Japón y Europa central y oriental fueron devastada: las ciudades cubiertas de ruinas por los bombardeos, las industrias y las vías de comunicación destrozadas, las vías fluviales estranguladas por los escombros. La producción agrícola cayó en picado y en Europa 45 millones de refugiados dependían de la ayuda americana para sobrevivir. Pero aunque pueda medirse su coste en vidas humanas, industrias y edificios, la guerra produjo mucho más que eso.
La Organización de las Naciones Unidas
Otro legado de la II Guerra Mundial fue la creación de una nueva organización supranacional dedicada a la promoción de la paz, la cooperación y los derechos humanos. En 1945 los aliados, determinados a mantener una paz tan costosa de ganar, fundaron la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La ONU es una asociación de naciones soberanas que proporciona el mecanismo para mediar en conflictos internacionales y encontrar soluciones a los problemas que traspasen las fronteras y los medios de los estados nacionales.
El documento fundacional de la organización, la Carta de las Naciones Unidas, era un tratado internacional que obligaba a los estados miembros a arreglar sus disputas por medios pacíficos. La responsabilidad principal en el mantenimiento de la paz y la seguridad recayó en el Consejo de Seguridad, formado por 15 países. Para hacer cumplir sus decisiones, el Consejo puede imponer sanciones económicas a los países que amenacen la paz. Puede enviar misiones de paz a las zonas en conflicto para interponerse entre los beligerantes o imponer un acuerdo de paz. Como último recurso, el Consejo puede autorizar a coaliciones de estados miembro a utilizar la fuerza para resolver un conflicto.
La efectividad de los esfuerzos de la ONU a favor de la paz se ha debatido a menudo, pero la mayoría de los expertos admite que la ONU ha ejercido una influencia positiva sobre las vidas de muchas personas. A través de sus agencias especializadas, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), o el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la ONU pretende erradicar los principales problemas que afectan a la mayoría de la población. Las agencias de la ONU en todo el mundo combaten las epidemias y el hambre, luchan por los derechos de mujeres y niños, ayudan a los refugiados, ayudan a incrementar la producción agrícola y dan préstamos a los países en desarrollo. En los últimos diez años, por ejemplo, las agencias de la ONU potabilizaron el agua de regiones rurales en las que viven 1.300 millones de personas, ayudaron al establecimiento de programas de control de natalidad y erradicaron la viruela.
Justicia en Nuremberg y Tokio
La II Guerra Mundial contribuyó también al desarrollo del Derecho internacional. Los aliados victoriosos determinaron llevar ante los tribunales a los responsables del estallido de la guerra y de muchas de sus atrocidades. Al final de la guerra los aliados acordaron formar tribunales militares internacionales en los que se juzgaron a los responsables de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y crímenes contra la paz.
En los juicios de Nuremberg (celebrados en esa ciudad alemana desde noviembre de 1945 hasta octubre de 1946), los principales acusados eran los principales dirigentes del régimen nazi de entre los que habían sobrevivido. Otros como Adolf Hitler, el ministro de Propaganda Joseph Goebbels y el ministro del Interior Heinrich Himmler se habían suicidado para evitar ser juzgados. En Nuremberg también se juzgó a los industriales que se habían aprovechado de la mano de obra esclava y a médicos que habían experimentado con seres humanos. De los 22 convictos principales en Nuremberg, 12 fueron ejecutados. Los aliados occidentales establecieron otros tribunales especiales en sus zonas de ocupación y para 1960 habían juzgado y condenado a 5.000 criminales de guerra y ejecutado a 500. Los soviéticos también condenaron en juicios paralelos a otros 10.000 alemanes y ejecutaron a muchos de ellos.
El Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra de Tokio (mayo de 1946-noviembre de 1948) sentenció a muerte a 7 de los 25 dirigentes japoneses juzgados por crímenes de guerra, entre ellos al primer ministro, el general Tojo Hideki. En todo el antiguo Imperio japonés se celebraron juicios por crímenes de guerra entre los que se juzgaron desde malos tratos a prisioneros de guerra hasta crueldad contra las poblaciones ocupadas. Más de 900 de los acusados fueron ejecutados.
Aunque no hubo una gran controversia en contra de los juicios y condenas contras los cargos por crímenes de guerra, la introducción en los juicios de Nuremberg y Tokio del concepto “crímenes contra la paz” levantó dos críticas fundamentales. En primer lugar, no existía una legislación prebélica que se refiriera a los crímenes contra la paz y contra la humanidad, así que los acusados no podían haber cometido esos crímenes desde un punto de vista técnico. En segundo lugar, sólo los nacionales de los países derrotados fueron sometidos a juicio, por lo que para algunos los tribunales sólo podían ser injustos. No obstante, en 1946 la Asamblea General de Naciones Unidas ratificó los principios reconocidos por los tribunales. Y en 1950 una Comisión Jurídica Internacional reconoció los crímenes de guerra, los crímenes contra la paz y los crímenes contra la humanidad como violaciones del Derecho internacional.
Los supervivientes judíos y el establecimiento del Estado de Israel
Un resultado insospechado de la persecución nazi contra los judíos europeos fue el establecimiento de un Estado judío. El Holocausto agudizó el deseo de los supervivientes judíos y de los sionistas (nacionalistas judíos) de establecer en Palestina un Estado judío capaz de defender a los judíos supervivientes. Los sionistas se habían estado radicando en Palestina desde finales del siglo XIX, pero el final de la II Guerra Mundial aumentó las aspiraciones sionistas sobre estas tierras como refugio y como cumplimiento de un ideal religioso. Palestina, no obstante, no era un solar vacío que esperase a que los judíos se establecieran en él. Desde el final de la I Guerra Mundial, Gran Bretaña había administrado estas regiones tratando desesperadamente de mantener un equilibrio entre los intereses de los inmigrantes judíos y los de los árabes que poseían la tierra. Gran Bretaña limitó la inmigración y la acogida de judíos mientras prometía proteger los derechos políticos y económicos de los árabes, pero sus esfuerzos por llegar a un equilibrio justo fueron inútiles. La hostilidad árabe a la administración británica y a la inmigración sionista, junto con la resistencia judía a las cuotas de inmigración, condujo a repetidos estallidos de violencia que las fuerzas británicas apenas podían contener.
Poco después del final de la II Guerra Mundial, los británicos anunciaron su intención de abandonar Palestina. Pusieron el asunto palestino en manos de la recién inaugurada ONU en 1947. La Asamblea General de Naciones Unidas recomendó la partición de Palestina en dos estados, uno judío y otro árabe y la creación de enclaves internacionales como Jerusalén y Belén, que contenían lugares de culto de importancia religiosa para judíos, musulmanes y cristianos. Mientras que la partición fue aceptada por la mayoría de los judíos, la mayoría de los árabes de Palestina y de fuera de ella la encontraron descabellada. A medida que los británicos se retiraban de Palestina, estalló la guerra civil entre judíos y árabes. En mayo de 1948 los judíos de Palestina proclamaron la creación del Estado Libre de Israel, que provocó el ataque de las naciones árabes circundantes. La primera Guerra Árabe-israelí finalizó con la victoria del Estado judío. Además produjo el éxodo de más de la mitad de la población árabe de Palestina. Hasta el día de hoy, la hostilidad provocada por la creación de Israel amenaza la paz y la estabilidad de Oriente Próximo.
Ciencia y tecnología
La II Guerra Mundial sirvió como catalizador para muchos avances científicos y tecnológicos y estimuló la investigación y el desarrollo planificado. Antes del estallido de la guerra, los laboratorios de investigación británicos, alemanes y soviéticos ya libraban una “guerra de sabios” para desarrollar nuevas tecnologías bélicas. A medida que los gobiernos convertían la investigación y la industria militar en prioridades nacionales, los científicos y los técnicos produjeron una impresionante gama de ingenios y artefactos nuevos. Por ejemplo, la demanda militar para encontrar un método para detectar y designar blancos impulsó la invención del radar. Igualmente, el moderno motor turborreactor proviene del campo militar. La Oficina de Investigación y Desarrollo Científico de Estados Unidos estimuló la producción de artefactos destructivos, como la bomba de proximidad o el lanzagranadas antitanque (bazooka). Pero también ayudó a la introducción del DDT contra la malaria o el uso masivo de los antibióticos para tratar heridas.
Pero nada condicionó más la política y la estrategia militar de la posguerra que los desarrollos científicos del misil balístico y la bomba atómica. A medida que el curso de la guerra cambiaba en su contra, el gobierno nazi demandó de sus expertos en balística que desarrollaran misiles, que lanzaban cargas explosivas siguiendo una extensa trayectoria parabólica. En 1944, los alemanes lanzaron 4.300 cohetes V-2 contra distintos puntos de Europa occidental e Inglaterra. El empleo del átomo para fines militares trajo efectos aún más dramáticos. En 1938, físicos alemanes habían experimentado con la fisión nuclear y los científicos de Gran Bretaña, Francia, la Unión Soviética y Estados Unidos se lanzaron a una carrera por construir ingenios atómicos. Finalmente, los esfuerzos nucleares de Estados Unidos, con el nombre en clave de Proyecto Manhattan dieron por fruto una bomba atómica. En julio de 1945 una explosión en pruebas en Nuevo México abrió la era nuclear. No se plantearon apenas objeciones oficiales a los catastróficos efectos potenciales del invento. Durante la Guerra fría, las armas nucleares, especialmente las propulsadas por misiles balísticos, amenazaron con destruir el planeta mediante una debacle atómica.
Rivalidad entre superpotencias y la Guerra fría
El fin de la II Guerra Mundial trajo consigo un cambio espectacular en las relaciones internacionales. La guerra socavó profundamente la posición dominante de potencias como Alemania, Japón, Gran Bretaña o Francia. A medida que estos países dejaron de ser potencias económicas, políticas y militares, dos nuevas superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, ocuparon su puesto. Las políticas de estas dos superpotencias dominaron las relaciones internacionales y el equilibrio de poder mundial de los siguientes 45 años.
Los líderes de Estados Unidos y la Unión Soviética se aliaron en 1941 para derrotar a sus enemigos comunes. En último término, fueron los recursos materiales y militares de estas dos naciones los que pusieron fin a la guerra. Sin embargo esta alianza bélica, que siempre fue un “matrimonio de conveniencia”, se vino abajo poco después de 1945 debido a sus objetivos políticos contrapuestos y a sus profundas divergencias ideológicas. Para 1947 ambas partes se encontraban enfrentadas en los que los observadores políticos llamaron una “guerra fría”. Privada de una confrontación militar directa, la Guerra fría se extendió pronto más allá de Europa y asumió un carácter de rivalidad global ideológica y geopolítica que duró hasta el colapso de la Unión Soviética en 1991.
La Guerra fría no fue sólo una rivalidad entre superpotencias. En su centro estaba el conflicto entre dos sistemas políticos, económicos e ideológicos distintos, un conflicto que databa de la Revolución Rusa de 1917. Este combate entre el capitalismo y la democracia contra el socialismo y el partido único se manifestó en la división del mundo en alianzas militares y bloques políticos. La división llevó a una carrera armamentística sin precedentes que amenazó el planeta con la aniquilación nuclear. La Guerra fría provocó también crisis diplomáticas y guerras entre aliados de la Unión Soviética y Estados Unidos en Corea, Vietnam, Afganistán y otros países. Es más, la confrontación entre las superpotencias ejerció su influjo en las relaciones internacionales, las instituciones políticas y los sistemas económicos de sociedades de todos los rincones del planeta.
Muchas naciones, especialmente aquellas recientemente emancipadas de la administración colonial, trataron de evitar convertirse en peones durante la Guerra fría declarando políticas de no-alineamiento. No obstante, la Unión Soviética y Estados Unidos utilizaron estrategias militares y económicas para ganarse lo que el presidente estadounidense John F. Kennedy definió como “los corazones y las mentes de los pueblos subdesarrollados y no alineados del mundo”. Ambas partes apoyaron a menudo dictaduras brutales que protegían sus intereses geopolíticos. A medida que se desarrollaba la Guerra fría durante la década de 1960, la descolonización se intensificó.
Descolonización
Al igual que la Guerra fría, la descolonización (es decir, la pérdida de posesiones coloniales) dio a luz grandes cambios en la política mundial. La II Guerra Mundial preparó el escenario para un rápido colapso de los imperios europeos y japonés. En vísperas de la II Guerra Mundial, los países europeos, con la notable excepción de España, todavía controlaban bajo distintas denominaciones inmensos territorios en Asia, África y el Pacífico. En 1941, el primer ministro británico Winston Churchill podía proclamar confiadamente: “No he sido nombrado primer ministro de Su Majestad para presidir la liquidación del Imperio Británico”. El optimismo de Churchill era injustificado.
Las victorias alemanas y japonesas en Europa y Asia habían dado un golpe devastador al poder militar de las potencias coloniales europeas y hecho añicos su aura de invencibilidad. A medida que crecían los movimientos nacionalistas en las colonias y protectorados, la opinión pública en la metrópoli comenzó a ver en los imperios ultramarinos engorrosas cargas. La administración imperial aparecía como un lastre financiero poco atractivo a medida que la prolongación de la guerra estrangulaba la economía de las potencias coloniales. Comenzando en 1945, la descolonización se aceleró rápidamente. A medida que el imperialismo europeo sucumbía nacieron más de 90 naciones independientes y unos 800 millones de personas se hicieron responsables de sus propios destinos.
Para los años 90 el proceso de descolonización había terminado prácticamente. Los imperios europeos se han extinguido o se reducen a reclamaciones sobre pequeñas y dispersas posesiones. Igualmente, el resurgir de la democracia en Europa del Este, el colapso de la Unión Soviética y la reunificación de Alemania han sellado el fin de la Guerra fría. La II Guerra Mundial hizo surgir la descolonización y la Guerra fría y entre ambas forjaron los perfiles del mundo de la posguerra. Aunque parecen haber terminado, no está claro qué ocupara su lugar. Mientras tanto, los avances científicos y tecnológicos continúan haciendo prosperar la economía mundial. El conflicto árabe-israelí no ha sido definitivamente resuelto. Y tanto la autoridad de la ONU como el Derecho internacional son desafiados y reafirmados continuamente. De qué manera estas consecuencias de la II Guerra Mundial seguirán marcando nuestro futuro en los siglos venideros está por ver, pero comprender la guerra nos ayuda a comprender el futuro a medida que se desvela.
Por Herbert F. Ziegler
La II Guerra Mundial terminó con la rendición de Alemania el 8 de mayo de 1945 y la de Japón el 14 de agosto de ese mismo año. En cifras, este conflicto sobrepasa a cualquier guerra jamás librada. 1.700 millones de personas de 61 países se vieron envueltas en una lucha llevada a cabo en la tierra, el mar y los cielos de Europa, el Extremo Oriente, el Sureste asiático, el norte de África y las islas del Pacífico. El combate dejó un rastro de masacre y destrucción sin paralelo en la historia del hombre. La II Guerra Mundial se llevó las vidas de 55 millones de soldados y civiles, y produjo incontables destrucciones materiales. Más allá de las aterradoras e insondables estadísticas, esta guerra dejó una huella indeleble en todos los aspectos de la vida humana y conformó la historia del mundo de posguerra. Para toda una generación, la II Guerra Mundial fue sencillamente “la guerra”.
Dado lo mucho que la II Guerra Mundial ha marcado al planeta, es necesario algún grado de comprensión sobre ella para entender buena parte del presente. No obstante, la manera en que la gente entiende la guerra está afectada por su visión del mundo tras ella. La guerra fue mundial, mientras que los participantes sólo experimentaron algunos aspectos de ella, lo que hace únicas sus experiencias bélicas. Mientras que los japoneses denominan a la II Guerra Mundial la gran guerra de Asia Oriental, los chinos la llaman la guerra de Resistencia a la Agresión Japonesa. Para la mayor parte de los ciudadanos de la antigua Unión Soviética (URSS) sigue siendo la gran guerra Patriótica, mientras que los habitantes de las islas Salomón la conocen, simple y apropiadamente, como “la Gran Matanza”.
La política contemporánea y el trasfondo histórico también afectan a la visión actual de la guerra y por tanto a nuestra visión del mundo de la posguerra. Por ejemplo, los historiadores rusos suelen omitir o subestimar la importancia del desembarco de Normandía en 1944. Sin embargo, acentúan la importancia estratégica del Frente Oriental y las heroicas campañas del Ejército Rojo contra el III Reich. Los estadounidenses suelen ver el Día D como la campaña clave, dejando a un lado el papel crucial de la URSS en la victoria en Europa.
En pocas palabras, los distintos enfoques sobre la II Guerra Mundial han dado lugar a diferentes interpretaciones históricas. Quizá el balance más ecuánime se encontraría en una aproximación global, que diera menor importancia a los enfoques nacionales o regionales y se concentrara en el legado de la guerra a escala mundial.
El precio de la guerra total
El legado más inmediato de la II Guerra Mundial esta constituido por los daños materiales y los sufrimientos humanos que supuso. La I Guerra Mundial (1914-1918) estableció un modelo de guerra total que las naciones no tardaron en adoptar en este conflicto. Un concepto fundamental de la guerra total es la premisa de que la lucha se desarrolla entre sociedades y poblaciones enteras. Por tanto, la II Guerra Mundial hizo uso de enormes cantidades de recursos económicos y humanos. Por ejemplo, la movilización militar afectó a 110 millones de personas. Además la naturaleza del conflicto hizo que participara un número sin precedentes de mujeres y niños, a menudo de uniforme. En 1943 la Unión Soviética había alistado a 900.000 mujeres (un 8% de sus efectivos militares) en el Ejército Rojo. A medida que el III Reich se descomponía, Hitler llamó a filas a muchachos de hasta 12 años de edad para defender a su patria. La movilización de recursos humanos, las destrucciones materiales sin precedentes y la cifra escandalosa de bajas formaron parte del coste de la guerra.
Durante su curso, poblaciones enteras se convirtieron en blancos legíti

La guerra total afectó también a la economía mundial. Al final de la guerra, Estados Unidos producía más de la mitad de los bienes y servicios del mundo. La guerra arrasó todas las regiones industrializadas del mundo salvo Norteamérica. Buena parte de Japón y Europa central y oriental fueron devastada: las ciudades cubiertas de ruinas por los bombardeos, las industrias y las vías de comunicación destrozadas, las vías fluviales estranguladas por los escombros. La producción agrícola cayó en picado y en Europa 45 millones de refugiados dependían de la ayuda americana para sobrevivir. Pero aunque pueda medirse su coste en vidas humanas, industrias y edificios, la guerra produjo mucho más que eso.
La Organización de las Naciones Unidas
Otro legado de la II Guerra Mundial fue la creación de una nueva organización supranacional dedicada a la promoción de la paz, la cooperación y los derechos humanos. En 1945 los aliados, determinados a mantener una paz tan costosa de ganar, fundaron la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La ONU es una asociación de naciones soberanas que proporciona el mecanismo para mediar en conflictos internacionales y encontrar soluciones a los problemas que traspasen las fronteras y los medios de los estados nacionales.
El documento fundacional de la organización, la Carta de las Naciones Unidas, era un tratado internacional que obligaba a los estados miembros a arreglar sus disputas por medios pacíficos. La responsabilidad principal en el mantenimiento de la paz y la seguridad recayó en el Consejo de Seguridad, formado por 15 países. Para hacer cumplir sus decisiones, el Consejo puede imponer sanciones económicas a los países que amenacen la paz. Puede enviar misiones de paz a las zonas en conflicto para interponerse entre los beligerantes o imponer un acuerdo de paz. Como último recurso, el Consejo puede autorizar a coaliciones de estados miembro a utilizar la fuerza para resolver un conflicto.
La efectividad de los esfuerzos de la ONU a favor de la paz se ha debatido a menudo, pero la mayoría de los expertos admite que la ONU ha ejercido una influencia positiva sobre las vidas de muchas personas. A través de sus agencias especializadas, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), o el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la ONU pretende erradicar los principales problemas que afectan a la mayoría de la población. Las agencias de la ONU en todo el mundo combaten las epidemias y el hambre, luchan por los derechos de mujeres y niños, ayudan a los refugiados, ayudan a incrementar la producción agrícola y dan préstamos a los países en desarrollo. En los últimos diez años, por ejemplo, las agencias de la ONU potabilizaron el agua de regiones rurales en las que viven 1.300 millones de personas, ayudaron al establecimiento de programas de control de natalidad y erradicaron la viruela.
Justicia en Nuremberg y Tokio
La II Guerra Mundial contribuyó también al desarrollo del Derecho internacional. Los aliados victoriosos determinaron llevar ante los tribunales a los responsables del estallido de la guerra y de muchas de sus atrocidades. Al final de la guerra los aliados acordaron formar tribunales militares internacionales en los que se juzgaron a los responsables de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y crímenes contra la paz.
En los juicios de Nuremberg (celebrados en esa ciudad alemana desde noviembre de 1945 hasta octubre de 1946), los principales acusados eran los principales dirigentes del régimen nazi de entre los que habían sobrevivido. Otros como Adolf Hitler, el ministro de Propaganda Joseph Goebbels y el ministro del Interior Heinrich Himmler se habían suicidado para evitar ser juzgados. En Nuremberg también se juzgó a los industriales que se habían aprovechado de la mano de obra esclava y a médicos que habían experimentado con seres humanos. De los 22 convictos principales en Nuremberg, 12 fueron ejecutados. Los aliados occidentales establecieron otros tribunales especiales en sus zonas de ocupación y para 1960 habían juzgado y condenado a 5.000 criminales de guerra y ejecutado a 500. Los soviéticos también condenaron en juicios paralelos a otros 10.000 alemanes y ejecutaron a muchos de ellos.
El Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra de Tokio (mayo de 1946-noviembre de 1948) sentenció a muerte a 7 de los 25 dirigentes japoneses juzgados por crímenes de guerra, entre ellos al primer ministro, el general Tojo Hideki. En todo el antiguo Imperio japonés se celebraron juicios por crímenes de guerra entre los que se juzgaron desde malos tratos a prisioneros de guerra hasta crueldad contra las poblaciones ocupadas. Más de 900 de los acusados fueron ejecutados.

Los supervivientes judíos y el establecimiento del Estado de Israel
Un resultado insospechado de la persecución nazi contra los judíos europeos fue el establecimiento de un Estado judío. El Holocausto agudizó el deseo de los supervivientes judíos y de los sionistas (nacionalistas judíos) de establecer en Palestina un Estado judío capaz de defender a los judíos supervivientes. Los sionistas se habían estado radicando en Palestina desde finales del siglo XIX, pero el final de la II Guerra Mundial aumentó las aspiraciones sionistas sobre estas tierras como refugio y como cumplimiento de un ideal religioso. Palestina, no obstante, no era un solar vacío que esperase a que los judíos se establecieran en él. Desde el final de la I Guerra Mundial, Gran Bretaña había administrado estas regiones tratando desesperadamente de mantener un equilibrio entre los intereses de los inmigrantes judíos y los de los árabes que poseían la tierra. Gran Bretaña limitó la inmigración y la acogida de judíos mientras prometía proteger los derechos políticos y económicos de los árabes, pero sus esfuerzos por llegar a un equilibrio justo fueron inútiles. La hostilidad árabe a la administración británica y a la inmigración sionista, junto con la resistencia judía a las cuotas de inmigración, condujo a repetidos estallidos de violencia que las fuerzas británicas apenas podían contener.
Poco después del final de la II Guerra Mundial, los británicos anunciaron su intención de abandonar Palestina. Pusieron el asunto palestino en manos de la recién inaugurada ONU en 1947. La Asamblea General de Naciones Unidas recomendó la partición de Palestina en dos estados, uno judío y otro árabe y la creación de enclaves internacionales como Jerusalén y Belén, que contenían lugares de culto de importancia religiosa para judíos, musulmanes y cristianos. Mientras que la partición fue aceptada por la mayoría de los judíos, la mayoría de los árabes de Palestina y de fuera de ella la encontraron descabellada. A medida que los británicos se retiraban de Palestina, estalló la guerra civil entre judíos y árabes. En mayo de 1948 los judíos de Palestina proclamaron la creación del Estado Libre de Israel, que provocó el ataque de las naciones árabes circundantes. La primera Guerra Árabe-israelí finalizó con la victoria del Estado judío. Además produjo el éxodo de más de la mitad de la población árabe de Palestina. Hasta el día de hoy, la hostilidad provocada por la creación de Israel amenaza la paz y la estabilidad de Oriente Próximo.
Ciencia y tecnología
La II Guerra Mundial sirvió como catalizador para muchos avances científicos y tecnológicos y estimuló la investigación y el desarrollo planificado. Antes del estallido de la guerra, los laboratorios de investigación británicos, alemanes y soviéticos ya libraban una “guerra de sabios” para desarrollar nuevas tecnologías bélicas. A medida que los gobiernos convertían la investigación y la industria militar en prioridades nacionales, los científicos y los técnicos produjeron una impresionante gama de ingenios y artefactos nuevos. Por ejemplo, la demanda militar para encontrar un método para detectar y designar blancos impulsó la invención del radar. Igualmente, el moderno motor turborreactor proviene del campo militar. La Oficina de Investigación y Desarrollo Científico de Estados Unidos estimuló la producción de artefactos destructivos, como la bomba de proximidad o el lanzagranadas antitanque (bazooka). Pero también ayudó a la introducción del DDT contra la malaria o el uso masivo de los antibióticos para tratar heridas.
Pero nada condicionó más la política y la estrategia militar de la posguerra que los desarrollos científicos del misil balístico y la bomba atómica. A medida que el curso de la guerra cambiaba en su contra, el gobierno nazi demandó de sus expertos en balística que desarrollaran misiles, que lanzaban cargas explosivas siguiendo una extensa trayectoria parabólica. En 1944, los alemanes lanzaron 4.300 cohetes V-2 contra distintos puntos de Europa occidental e Inglaterra. El empleo del átomo para fines militares trajo efectos aún más dramáticos. En 1938, físicos alemanes habían experimentado con la fisión nuclear y los científicos de Gran Bretaña, Francia, la Unión Soviética y Estados Unidos se lanzaron a una carrera por construir ingenios atómicos. Finalmente, los esfuerzos nucleares de Estados Unidos, con el nombre en clave de Proyecto Manhattan dieron por fruto una bomba atómica. En julio de 1945 una explosión en pruebas en Nuevo México abrió la era nuclear. No se plantearon apenas objeciones oficiales a los catastróficos efectos potenciales del invento. Durante la Guerra fría, las armas nucleares, especialmente las propulsadas por misiles balísticos, amenazaron con destruir el planeta mediante una debacle atómica.
Rivalidad entre superpotencias y la Guerra fría
El fin de la II Guerra Mundial trajo consigo un cambio espectacular en las relaciones internacionales. La guerra socavó profundamente la posición dominante de potencias como Alemania, Japón, Gran Bretaña o Francia. A medida que estos países dejaron de ser potencias económicas, políticas y militares, dos nuevas superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, ocuparon su puesto. Las políticas de estas dos superpotencias dominaron las relaciones internacionales y el equilibrio de poder mundial de los siguientes 45 años.

La Guerra fría no fue sólo una rivalidad entre superpotencias. En su centro estaba el conflicto entre dos sistemas políticos, económicos e ideológicos distintos, un conflicto que databa de la Revolución Rusa de 1917. Este combate entre el capitalismo y la democracia contra el socialismo y el partido único se manifestó en la división del mundo en alianzas militares y bloques políticos. La división llevó a una carrera armamentística sin precedentes que amenazó el planeta con la aniquilación nuclear. La Guerra fría provocó también crisis diplomáticas y guerras entre aliados de la Unión Soviética y Estados Unidos en Corea, Vietnam, Afganistán y otros países. Es más, la confrontación entre las superpotencias ejerció su influjo en las relaciones internacionales, las instituciones políticas y los sistemas económicos de sociedades de todos los rincones del planeta.
Muchas naciones, especialmente aquellas recientemente emancipadas de la administración colonial, trataron de evitar convertirse en peones durante la Guerra fría declarando políticas de no-alineamiento. No obstante, la Unión Soviética y Estados Unidos utilizaron estrategias militares y económicas para ganarse lo que el presidente estadounidense John F. Kennedy definió como “los corazones y las mentes de los pueblos subdesarrollados y no alineados del mundo”. Ambas partes apoyaron a menudo dictaduras brutales que protegían sus intereses geopolíticos. A medida que se desarrollaba la Guerra fría durante la década de 1960, la descolonización se intensificó.
Descolonización
Al igual que la Guerra fría, la descolonización (es decir, la pérdida de posesiones coloniales) dio a luz grandes cambios en la política mundial. La II Guerra Mundial preparó el escenario para un rápido colapso de los imperios europeos y japonés. En vísperas de la II Guerra Mundial, los países europeos, con la notable excepción de España, todavía controlaban bajo distintas denominaciones inmensos territorios en Asia, África y el Pacífico. En 1941, el primer ministro británico Winston Churchill podía proclamar confiadamente: “No he sido nombrado primer ministro de Su Majestad para presidir la liquidación del Imperio Británico”. El optimismo de Churchill era injustificado.
Las victorias alemanas y japonesas en Europa y Asia habían dado un golpe devastador al poder militar de las potencias coloniales europeas y hecho añicos su aura de invencibilidad. A medida que crecían los movimientos nacionalistas en las colonias y protectorados, la opinión pública en la metrópoli comenzó a ver en los imperios ultramarinos engorrosas cargas. La administración imperial aparecía como un lastre financiero poco atractivo a medida que la prolongación de la guerra estrangulaba la economía de las potencias coloniales. Comenzando en 1945, la descolonización se aceleró rápidamente. A medida que el imperialismo europeo sucumbía nacieron más de 90 naciones independientes y unos 800 millones de personas se hicieron responsables de sus propios destinos.
Para los años 90 el proceso de descolonización había terminado prácticamente. Los imperios europeos se han extinguido o se reducen a reclamaciones sobre pequeñas y dispersas posesiones. Igualmente, el resurgir de la democracia en Europa del Este, el colapso de la Unión Soviética y la reunificación de Alemania han sellado el fin de la Guerra fría. La II Guerra Mundial hizo surgir la descolonización y la Guerra fría y entre ambas forjaron los perfiles del mundo de la posguerra. Aunque parecen haber terminado, no está claro qué ocupara su lugar. Mientras tanto, los avances científicos y tecnológicos continúan haciendo prosperar la economía mundial. El conflicto árabe-israelí no ha sido definitivamente resuelto. Y tanto la autoridad de la ONU como el Derecho internacional son desafiados y reafirmados continuamente. De qué manera estas consecuencias de la II Guerra Mundial seguirán marcando nuestro futuro en los siglos venideros está por ver, pero comprender la guerra nos ayuda a comprender el futuro a medida que se desvela.
martes, 5 de agosto de 2008
El amateurismo como bandera. Bullshitters y predicadores
Crítica sobre el texto "El amateurismo como bandera. Bullshitters y predicadores"

Es innegable que el docente participa en este proceso como un guía que conduce al alumno hacia la generación de su propio conocimiento, donde el tutor debe buscar las herramientas necesarias para lograr su objetivo el cual es que el estudiante desarrolle las competencias necesarias para enfrentarse a los problemas que se le presentan en campo laboral y en su vida cotidiana.
Con base en lo anterior es necesario que los docentes nos capacitemos en el uso de herramientas como la Web 2.0 que nos proporciona las estrategias necesarias para volver al estudiante más participativo. Si bien es cierto que se ha hecho un uso inadecuado de la Web 2.0, no podemos negar que este instrumento nos brinda diferentes formas de trabajo, mismas que pueden ser significativas para el alumno.
La idea esta es que los docentes estemos capacitados en estos aspectos para conducir a nuestros alumnos hacia una utilización adecuada y conciente de esta herramienta, pero además crear en ellos una curiosidad insaciable. Si nosotros no actuamos de esa manera podemos formar estudiantes mediocres, usurpadores de documentos que ellos no han creado, pero además nos encontramos con el problema de que muchos de lo jóvenes no utilizan la Web 2.0 como una estrategia de aprendizaje, sino como una solución inmediata a la falta de responsabilidad en la entrega de una tarea o documento, es decir, hacer un uso inadecuado de esta herramienta.
La educación debe ser diversa no podemos estancarnos solo en una forma de trabajo dentro del aula de clases, sino que debemos buscar las herramientas, estrategias que fortalezcan la enseñanza y el aprendizaje e integrar a nuestros alumnos a un mundo cada vez más globalizado lo que contribuirá ha abatir el rezago.
Por último es importante mencionar que no estoy de acuerdo con el autor cuando menciona que los aspectos negativos de la Web 2.0, si bien es cierto que puede haber una mala utilizaciòn de la de esta herramienta, también es cierto que nosotros somos quien creamos el amor al conocimiento y la verdad, sembremos en nuestros alumnos esa semilla, para que ellos sepan diferenciar entre la información adecuada y la que no lo es, entre lo que es socialmente aceptable y lo que no lo es.
lunes, 4 de agosto de 2008
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Desarrollo Humano
Es un proceso de descubrimiento, de crecimiento, de humanización, de conquista de la libertad; representa el esfuerzo de los hombres y las mujeres por conquistarse a si mismos a través de la iluminación de la inteligencia y el fortalecimiento de la voluntad, con apertura, resultado del amor hacia los demás.
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Historia de México I
Porque se estudia la Historia
El propósito es iniciar al alumno en el conocimiento de acontecimientos pasados que han contribuido en alguna forma a moldear nuestro mundo actual: sus logros culturales, científicos, y tecnológicos, sus formas de organización política, económica y social y también sus ideologías y conflictos.
El propósito es iniciar al alumno en el conocimiento de acontecimientos pasados que han contribuido en alguna forma a moldear nuestro mundo actual: sus logros culturales, científicos, y tecnológicos, sus formas de organización política, económica y social y también sus ideologías y conflictos.
Métodos de Investigación I
¡Bienvenido! Educar a un joven no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía. Ruskin
La Invesigación y la Ciencia
Naturaleza del conocimiento
El conocimiento es una habilidad humana por medio de la cual se relacionan un sujeto que conoce y un objeto por conocer.
El conocimiento no puede ser guardado fuera del ser humano, podemos almacenar la información en fuentes documentales o en computadoras, pero solo el hombre puede conocer.
La Invesigación y la Ciencia
Naturaleza del conocimiento
El conocimiento es una habilidad humana por medio de la cual se relacionan un sujeto que conoce y un objeto por conocer.
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